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AL TODOPODEROSO REY DE CIELOS Y TIERRA 

Jesucristo: verdadero Dios y hombre, muerto por
nuestros pecados, y resucitado por nuestra justifica-
ción; glorificado y sentado a la diestra de la Majestad 
en los cielos; constituido Juez de vivos y muertos; 
Señor y Hacedor de toda criatura, sea gloria, honra
y alabanza en siglos de siglos.



Por andar a la virtud y la verdad que la engendra tan solas por el mundo y ser tan maltratadas de la mayor parte de los hombres, los que pretenden ser sus vasallos y se emplean en servir la con aprovechar a muchos, se suelen favorecer de las Potestades que Dios tiene ordenadas y puestas en la tierra, para defender las y amparadas. Por esta causa dedican sus libros a los reyes, príncipes y grandes señores, reconociendo los en esto por patrones bien público y mantenedores de la virtud, para dar con esto animo a los que la quieren seguir. Mi intención en traducir vuestro Testamento, Rey de gloria, a sido servidos, y aprovechar a los que son redimidos con vuestra preciosa sangre, como vos, Señor bien sabéis, pues sois el autor de ella. Pues se ayuden los otros de la potestad de los grandes para dar seguridad a sus libros, y por ser éste vuestro, me he querido yo, Señor, favorecer de vos en dedicároslo, pues sois el sólo grande y sólo poderoso, para que así los que redimisteis, gocen y reciban el fruto de vuestros trabajos.  Porque siendo esto, como es, todo vuestro, y cosa tan propia para conocer y glorificar vuestro Nombre, salga y se publiqué debajo el título y amparo de vuestra Majestad, pues sois el que da principio, crecimiento y perfección a todo bien. Por vuestro mandato ha sido traducido, y el que dio virtud y fuerza para ello, sois vos. Y pues lo que en esto se ha hecho, lo he recibido de vuestra graciosa mano, os lo ofrezco todo, testificando y confesando que vos sólo sois el origen y manantial de todos nuestros bienes; y que por amor verbos nos son comunicados, abriendo lo merecido así la plenitud de vuestra justicia y los muchos y tan agradables servicios que por vosotros vuestro Padre y nuestro. ¿Qué otra cosa que esta obra sino un sumario de vuestras verdades y miseraciones, contra las cuales trae guerra el mundo noche y día? La causa de esta guerra no es otra sino el ser vuestras, y ser vos mismo el autor de todas ellas, y el tener mandado que los que quisieran ser y llamarse vuestros, os sirvan y os conozcan por ellas. Por tanto, señor, me he acogido a vos,  tomándoos por Patrón, pues en esto (según vuestro mandamiento) se busca vuestra gloria. Para que cómo sois autor de esta obra que tanto amables, se ha están bien tutor, y que así también y teman los malos de hacer nada contra ella, teniendo por cierto que la mano de vuestra potencia alcanzará a tomar venganza de los que en esto fuere en atrevidos y destacados. Y los que son buenos y los que de nuevo lo quisieran ser, estando por esta vía certificados de que en vuestra voluntad es que se aprovechan de ella, se voten, y saquen el fruto para que les ha sido dada. Multiplicados por esta vía los ciudadanos de vuestro reino os comenzaran a servir y a dar alabanzas en esta vida, para que después en la otra cosa las den sempiternas, pues tan digno y glorioso es vuestro Nombre. Mandas son las que de este testamento que pertenecen a todos los que son bautizados, y tienen el nombre de Cristo, al cual se lo dedicamos como cabeza y Príncipe de ellos, y también se lo ofrecemos a éstos como propio bien suyo, sin el cual no pueden agradar a Dios, ni pretender derecho a su Reino. 
 
Empero, singularmente lo presentamos a los que de ellos son más eminentes en poder y autoridad. Porque la obligación que tienen defenderlo del furor de los malos es tanto mayor que la de otros, cuando su estado es mayor y cuando tienen singular vocación y llamamiento de Dios para esto. Entre los cuales vuestro cristianísimo rey don Felipe es el primero y principal. Cosas altas y excelentes pertenecen a los grandes: a vuestra alteza Rey cristianísimo, pues Dios le ha tanto sublimado, pertenece emplearse en esta por ser la mayor, mejor y más alta que hay en la tierra. El autor de ella que es el que unigénito Hijo de Dios os la recomienda, para que en defenderla y propagar la se manifieste que es vuestra alteza el número de aquellos santos Reyes amados y armadores de Dios que tenían entendido que la principal parte de su reinar consistía en dilatar la región del cielo y procurar que fuese conocido y servido el autor de ella. Porque si los reyes paganos con tanto cuidado defienden los errores de sus vanas religiones, ¿Con cuanto mayor diligencia debe todo rey cristiano defender y trabajar que todos entiendan las verdades y reglas de su cristiana religión?, las cuales se contienen en este libro, y fueron venidas del cielo, y enseñadas de nuestro redentor, y bandadas enseñar a los hombres: y que por saberlas y guardarlas se promete que en el copiosa remuneración. Defender y seguir la doctrina de este libro, es la vena por donde son enriquecidos y prosperados los reinos. Esto es lo que hace a los Reyes dichosos y amados de sus vasallos, y lo que preserva de todo mal a los unos y a los otros. Por este medio los bienes espirituales y temporales van en crecimiento cada día, y los males se disminuyen y deshacen. Con esto florece la verdad es la regla y el nivel de regirse así Santamente, y de bien gobernar a los otros. Fantástica es, cierto, y vana toda prosperidad donde esto no va en la delantera. El premio, pues, que por este servicio vuestra alteza recibirá en ésta y en la otra vida, no será conforme a la cortedad de vuestro entendimiento, sino conforme a la grandeza y majestad de Dios, al cual plega hacerlo victorioso no sólo contra los enemigos que se ven, sino también contra los invisibles, y después de larga y próspera vida, meterlo en posesión del Reino eterno que tiene aparejado para todos sus siervos. Amén.